“Es necesario llevar en sí mismo un caos, para poner en el mundo una estrella danzante. - F. Nietzsche”
Y llegó un momento en mi vida en el que todo se tornó oscuro. Caótico. Sin saber ni siquiera cómo había llegado allí, todo lo que hasta el momento tenía sentido, todo por lo que había luchado, invertido y esforzado por conseguir, se convirtió en una carga. La pesadilla más tenebrosa y la incomprensión más grande se apoderó de mí y ocurrió lo inevitable: me aparté de la verdad y empecé a vivir en la mentira. La neurosis formaba parte de mi vida.
La incapacidad de tomar decisiones, debido a la enorme carga emocional de las mismas, me provocaba una frustración diaria: había dejado de sentir a mi pareja.
Mi relación con ella era buena, buenísima. Pero el amor de pareja a saber dónde se había quedado en todo este proceso. Lo perdí, sin saber por qué, no podía ni quería comprenderlo. Se me hacía IMPOSIBLE creerlo, se me hacía imposible tomar decisiones en contra de lo que nos habíamos impuesto a nosotros mismos como “para siempre”. Así que tras muchos meses de frustración, de querer sentir y no poder, de incomprensión y caos en mi vida, decidí acudir a una terapia de choque, como podía ser la inducida por la Ayahuasca. Había más opciones en esto de “la sanación”, pero mis experiencias previas con psicodélicos de manera no lúdica ya me habían enseñado en su día que son medicina para el alma. Mi pareja me animó también a ello, ya que también ella estaba teniendo que soportarme en ese estado. Así que estábamos dispuestos a afrontar lo que pudiera ocurrir tras el tratamiento. Me decidí y hablé con Sergio: Mi primera conversación fue “no se si estoy preparado”. Tenía dudas y muchísimo miedo a lo que pudiera revelarse. Bien rápido me hizo entender que es cuando surgen los problemas cuando has de afrontarlos, ni antes ni después. Así que sin dejarme pensar demasiado me dispuse a hacer un retiro, en Sitges.
Mi primer contacto con el grupo fue en la estación. Observé gente de diferentes edades y de todo tipo. Sólo había un patrón que nos hacía a todos iguales: queríamos estar mejor con nosotros mismos. Así que nos dirigimos hacia la casa, donde desde el primer momento de conexiones tuve tiempo de conocerlos superficialmente. Desde primera hora de la tarde, hicimos la preparación para la toma: explicamos en grupo por qué estamos allí. Esto empezó a removerme ya que tenía que contarle a unos totales desconocidos las circunstancias personales que me estaban provocando el caos. Tras una sencilla exposición de los problemas de cada uno, estábamos preparados para la primera toma.
Primer Acto.
La primera experiencia con la planta sagrada me agotó en las primeras dos horas. Los vómitos llegaron y me sorprendió como nada tiene que ver con algo físico: vomitas emociones, sentimientos y bloqueos. Mis vómitos eran la culpa: no quiero sentir que soy malo. Ahí se quedaron en una bolsa que cerraría para siempre. Me abrumó la información y empecé a entender su forma de actuar, pero mi desconfianza hizo que no le permitiera mostrarme más cosas y bloqueé la experiencia poco después de haber empezado. Quise dormir y ni siquiera tomé el refuerzo.
Tras pasar la noche luchando por no sentir, por parar la experiencia, al día siguiente compartí con mis compañeros lo vivido: Compartir las vivencias es parte importante de la terapia, pese a no estar ni integrando ni bajo los efectos de la Ayahuasca, pasar el día, comer todos juntos y observar al resto de compañeros también ayudó en mi proceso de apertura.
Llegaba el momento de la integración. Por mi desconocimiento sobre el funcionamiento de la terapia que estaba llevando a cabo le había otorgado la importancia a los efectos de la Ayahuasca. Cuando lo que viví en la primera Integración me dejó sin palabras y desde una perspectiva terapéutica vi que el verdadero potencial de la experiencia se multiplicaba exponencialmente gracias a esta parte, sin duda la más importante de los retiros.
Estábamos preparados para la segunda experiencia con Ayahuasca. Tras la integración, todos habíamos reenfocado nuestras posibles preguntas. Tenemos un canal de comunicación mucho más directo con nuestro interior, con muchas más posibilidades de profundizar y bucear en nuestra propia oscuridad ya que me percaté de que de eso nos habla el dulce amargo yagé.
Segundo Acto.
La segunda vez que tomé Ayahuasca había entendido durante la noche anterior que para poder navegar en tu interior has de rendirte a la experiencia: será ella tu guía, la que tome decisiones durante la pinta (visiones) y será quien te cuide o te destroce. Si tratas de hacerlo tu, de controlar la experiencia, ella se retira y no te mostrará nada. Así pues, me rendí, dejé que me poseyera y que hiciera conmigo lo que quisiera, y así ocurrió. Vomité aquello que no quiero en mi vida: relaciones personales, amistades, sentimiento de culpa, maldad, etc. Todo eso salía a chorros y lo desubicaba de mi cuerpo, de mi alma. También llegue a un punto clave de todo este proceso: poder observar la relación infantil con mi madre, cuando en un punto clave de mi vida de niño, se enquistó y me había creado un trauma.
Lo siguiente fue ver la relación con mi pareja y desde qué punto había dejado de quererla. Tenía pánico que mi desamor fuera creado por la rabia, y durante la toma, pude perdonarme y sentí una paz interior muy grande ya que pude saber que no era rabia y que podría querer a mi pareja. Asumir las cosas sentidas y hechas. Asumir la realidad que estaba viviendo. Y así, sentí una sensación de paz que me acompañó durante los días posteriores.
Pasó la noche y con ella el estado de expansión de conciencia, entendiendo ahora la diferencia sobre Psicodelia y Onirogenia, esta última es donde se sitúa la Ayahuasca: poder navegar por tus sueños y recordarlos con todo lujo de detalles.
Posteriormente, pasada la puesta en común con los compañeros, de pasar el dia en familia, comer y cuidarnos entre nosotros, llegó la segunda integración. De nuevo el sentimiento de que la Ayahuasca NO ES lo más importante de los retiros, sino una herramienta valiosísima en el proceso de terapia que contiene su fuerza en el momento de la integración de lo sentido durante la noche y con la orientación valiosísima de los terapeutas (en nuestro caso Sergio Sanz) con sus siempre acertadas palabras, con unos métodos y trabajos emocionales que se salen de lo común y de todo lo que pudiera haber leido, sentido o vivido.
La vuelta a mi realidad, a mi rutina, a mi casa, al lado de mi pareja, desde el punto emocional en el que llegué, lleno de una paz interior que me hizo reconducir mis emociones hacia el amor y el sentir amor por mi pareja, y contarle mi experiencia nos unió mucho… cosa que fue engañoso puesto que tras unos días de vivencias tras el retiro, la realidad volvió a ser otra: una cosa es sentir amor y otra es amor como pareja. Así que en unos días tuve que confesarle de nuevo que volvía a sentirme vacío de ese amor que como pareja te hace creer y crecer al lado de alguien. Estaba claro que había amor, pero no lo reconocía como amor de pareja, necesario para poder seguir a su lado. Así pues, comprobé en primera persona como el proceso continúa días después del retiro y que hay que ser consciente de que las emociones siguen moviéndose en tu alma tras los retiros y hay que tener cierto “cuidado” en qué y cómo se siente durante los días que dura este proceso, en cada momento. Hay que mantener el corazón abierto y permitirse sentir todo lo que venga.
Tercer Acto.
Con la seguridad de que debía continuar el proceso que había empezado, de coger las riendas de mi vida y de tener la capacidad de decidir, seguí el proceso propuesto por Ayahuasca Internacional de realizar 3 retiros en 3 meses, ya que decían que así se asientan las cosas de mejor manera. Sin saber si esto era así, pasó un mes aproximadamente desde mi primer retiro. El segundo tocaba en Manresa, de nuevo con la sensación de tenerte que desnudar emocionalmente ante desconocidos (alguna cara conocida también me acompañó) y volvimos a abrir nuestros corazones y pusimos en común nuestros problemas, miedos y temores. Una vez hecho esto nos dispusimos a la toma.
Tomé la medicina con la esperanza de que me diera rápido las indicaciones necesarias para encauzar mis emociones, para tomar decisiones. Quería un sí o un no y así se lo hice saber la Ayahuasca. Necesitaba respuestas y las quería YA. Así me trató ella: no me dijo ni mu. Sentía frustración, sentía que no me había afectado, así se lo hice saber a Sergio. Me dio a entender que sí estaba en el proceso, pese a que yo no notaba nada. Tenía la sensación de que yo quería guiar la experiencia y sentía frustración. Frustración por no sentir. Quería sentir la experiencia y no era posible. Así pasé la noche. Sin más. Frustrado y enfadado por haber “perdido la noche”.
Cual fue mi sorpresa al entender en la integración que durante la noche anterior la medicina sólo me había hecho sentir lo que estaba sintiendo durante demasiado tiempo ya en mi vida: Quiero sentir y no puedo y me siento frustrado. Me quedé de piedra, casi con cara de tonto.
Entendí que la Ayahuasca SIEMPRE actúa. Puede que no tengas visiones, puede que no se presente la pinta, pero es imposible que no te indique algo, en algún momento, si no debes o puedes sentirlo es porque esa será su enseñanza. Si no se presenta en una ensoñación, atento, porque también habla en lo material, en el terreno físico. Abre tu corazón, cierra los ojos, y verás.
Cuarto Acto.
La noche se presentaba interesante tras haber sentido que había perdido la anterior, decidí permitir a la medicina que tomara las riendas. Y desde el primer momento supe que iba a ser abrumador.
Cuando la pinta se presentó, lo primero fue sentir una regresión al feto materno, volví a nacer y con ello pude recorrer todo mi proceso vital para saber en qué momento de mi vida había ocurrido qué. Ya tenía una idea, sobre la relación materna, que se me había pincelado en mi primer retiro, sin llegar a profundizar. Esta vez se me reveló: tenía un problema con todas mis relaciones personales. Durante una época de mi niñez ocurrió algo (que prefiero guardarmelo en mi intimidad) que había generado en mí una manera de ser concreta, una manera de actuar para con los demás, me había convertido en algo que no era yo. Y así crecí y aprendí a vivir con esa mochila, desde la inconsciencia, desde un punto enfermizo de las relaciones interpersonales: NECESITO ayudar a los demás para tapar mis carencias.
Así pues, puedo ver mi máscara con la que sobreviví durante mi existencia y me la arranco de cuajo al saber y conocer la mentira sobre la que se sostenía… y me quedé en el vacío. Me vomito. ¿Quien soy ahora? Y se me presenta otra idea más cruda: En esta sociedad todo es un baile de máscaras. Todo son intereses y cada uno lleva su máscara y la usa para su propio interés. No quiero formar parte de esto. Ya no. Vomito de nuevo y salgo de esta sociedad.
De sopetón, dejo de ser yo y no formo parte de ninguna sociedad. Mi existencia se expande hacia todas direcciones, hacia arriba, hacia abajo. Caigo como una semilla en la tierra y entro y penetro cada vez más abajo. Y me entierro yo mismo. Ahí estoy en el más absoluto silencio, oscuridad y vacío: Acabo de morir.
Tras la más absoluta calma flotando en la nada, empieza el INFIERNO. Durante toda la noche todas las visiones son recurrentes de cómo debido a mi máscara había interpretado las relaciones personales, las relaciones de amor, como yo había entendido el amor hasta entonces. Me di cuenta y lo grité en alto: SOY UNA FARSA. Y en esa farsa, había hecho de mi vida una farsa. Todo eran imágenes de mis relaciones, desde la mentira que acababa de descubrir que era yo mismo. Un infierno de sufrimiento, físico, psicológico. Me retorcía sobre mi mismo. Pierdo el oremus y siento a Hendara y Alejandra cuidarme porque estaba pasando la noche más dura de mi vida. La noche más dura de mi muerte. Mi cara se desvanecía en eso que parecía ser un cuerpo, que rodaba sobre sí mismo, sin saber qué era arriba o abajo, e intentaba asumir, sin conseguirlo, todos los sentimientos que me estaban pasando por la mente. Estaba muriendo y ya no había nada más que hacer. De hecho, lo deseaba.
Un sinfín de malos momentos durísimos, revelaciones y visiones durante esa noche acabaron por hacerme pedir compasión e intentar dormir algo. Cuando noté que mis compañeros ya despertaban, yo seguía en un estado catatónico. Me levanté todavía sintiendo a saber qué, y le comenté a los facilitadores que me había quedado así. Tuve que ducharme, y la sensación de no controlar mi cuerpo ni mi mente seguía pasadas horas y más horas.
Una vez hecha la integración, yo seguía en ese estado sobrepasado, en estado de shock. Entendí la respuesta de la medicina: Tu enseñanza de hoy no acaba en la noche, es el momento de tomar una decisión.
Así pues, volviendo a casa, sabía qué tenía que hacer: Era el momento de irme de casa y dejar mi relación. Por muy duro que fuera, ¿que miedo puede tener alguien cuando ya ha muerto? Y eso hice. Me llamó la atención que al llegar a casa mi pareja no estaba, y nuestro gato, el cual siempre me viene a recibir a la puerta, al entrar yo en casa me miró, y con las orejas hacia atrás salió huyendo: ¿quién era ese que entraba?
Preparé una bolsa deportiva con cuatro cosas y según llegó mi pareja, le dije mi decisión: ME VOY. Con todo lo que esto generó en ella, entendiendo su proceso desde mi más sincero cariño y sin la intención de hacerle daño, aunque se lo estuviera provocando, la decisión fue en firme. Un día ya fui un espermatozoide entre millones que sin saber qué había al otro lado entró en un óvulo con toda la decisión y el resto murió (Esta frase me la dijo Sergio volviendo en coche y me ayudó mucho a entender dónde estaba.): El que no es capaz de decidir, está muerto. Acababa en ese momento con 16 años de una maravillosa relación de pareja y amistad. A partir de aquí, todo era desconocido para mi. Acababa de saltar al vacío y con ello se marchó la sensación de estar todavía mareado
Durante los días posteriores, volví a casa de mis padres y con total comprensión me acogieron. (Cuento esto por la importancia en todo este proceso). La relación con mi madre se convertía en una relación de adultos, hablando de tu a tu. Ella intentando comprender qué me estaba pasando. Mi madre me cuidaba a altas horas de la noche, cuando sabía que no estaba dormido, venía y hablábamos horas, sobre sentimientos y sobre la vida.
Decidí que acudiría en un més al retiro de Madrid, donde compartir con los que se están formando en la Escuela, conocer a Alberto y vivir las tomas con el cantautor colombiano Darwin Grajales. Allí nos esperaban 3 noches y 4 días intensos donde asentar o destrozar lo poco que me quedaba de mi yo perdido.
Retiro de Madrid
Quinto Acto.
Acudí con 2 caras conocidas de otros retiros y una amiga por conocer. Coche hacia Madrid y llegamos por la tarde, donde todo sería muy diferente y sobretodo bastante más numeroso que los retiros previos. Tenía mis dudas si sería mejor o peor.
Una vez saludada la multitud, preparados para una noche intensa, llegué con un miedo atroz a volver a los infiernos. No sabía si sería capaz de afrontar de nuevo una noche como la última vivida con la Ayahuasca. ¿Cuántas veces puede uno morir?¿Cuál es el límite del sufrimiento humano? Y allí estaba yo, dispuesto a sentir lo que tuviera que ser: La verdad por muy dolorosa que sea, es el camino adecuado.
La toma empezó complicada, ya que aparecí de nuevo en mi experiencia en el infierno y me negué a vivirlo. Tuve una conversación con la medicina: no quiero volver a sentir el infierno. Además me mostraba un infierno siempre con “alguien”. Es decir, siempre era algo sobre mis relaciones, con alguien, con algo. Me negué. Le dije que no quería vivir eso de nuevo. Tuve miedo a sufrir y le dije que eso ya lo había mostrado en la toma previa y que me negaba a vivir ese infierno, porque no me pertenecía a MI. Me inducía a vomitar ciertas relaciones amistosas que podría sentir como perjudiciales. Sin embargo, tuve la sensación de que era forzado. Y supe que en ese caso, no tenía que forzar nada. No tenía por qué ser traumático: las relaciones se pondrían adecuadamente en su lugar cuando tuviera que ser. Sin más. Así que no tuve la necesidad de vomitarlas.
Acurrucado como un gusano me empezaba a doler todo, así que me salí de la pinta focalizando mi atención a mis compañeros de viaje, los cuales estaban a mi alrededor, y me puse a pensar en cómo estaban, tratando de cuidarles y sentirles. Y así entendí mi problema de la necesidad de cuidar como evasión de mis miedos. Llegué a un pacto con la Ayahuasca: “No quiero vivir esto, pero si me muestras MI infierno o MI verdad, sin relaciones, sin nadie más, háblame de mi y solo de mi. Así permitiré esta noche que me muestres lo que quieres mostrarme.” La Ayahuasca aceptó el pacto: me puse hacia arriba y abrí mis manos y mis brazos y fui saliendo del infierno. Sin nadie más que yo, sin contar con mis relaciones, ahora si estaba dispuesto a sentir. Y me subió al cielo.
El cielo se trataba de visión enorme de un ser superior que lo ocupaba todo energéticamente y en el que me pude convertir. Abarcaba todo mi campo visual. Era mi propio Dios, yo mismo. Al momento se generó una energía en el centro como una bola de luz que subía y que plantó ante mí un concepto: El AMOR. Ese del que tanto se habla y pocos conocen. Un amor puro, místico, sin condiciones. Sin ataduras materiales ni físicas. Una energía abrumadora que provocó en mí una inesperada sensación de inseguridad seguida de un pánico enorme a poder llegar a comprender ese amor: Sentí que si lograba comprenderlo, si llegaba a conocer qué significaba ese AMOR daría un salto cuántico espiritual que me sería imposible de digerir. Curiosamente me produjo el mismo miedo poder llegar a esa comprensión que volver a bajar a mis infiernos. Salí de allí rápidamente.
Me quedó la buena sensación de haber podido salir de mi infierno y que la experiencia de la medicina había sido compasiva conmigo, dándome la oportunidad de comprender.
Sexto Acto.
La noche empezó con un ambiente algo cargado. La sala de tomas abarrotada y un compañero, conocido ya de un retiro previo, a mi lado que ocupaba un espacio que me separaba de mis compañeros de coche. La primera toma transcurrió en la más absoluta normalidad, sin ninguna sensación extrasensorial. Miraba a mis compañeros y veía que sus sensaciones eran parecidas a las mías. Comenté a mi amiga Ana, que estaba a mi derecha, que era la primera vez que en una toma no sentía absolutamente NADA extraño en mis sensaciones. Así también se lo hice saber a mi compañero. Se dispusieron a dar la segunda toma. Este compañero decidió irse porque no se sentía agusto, quizá por la falta de espacio quizá… por otra cosa. Se levantó y se marchó. Acto seguido mi cuerpo se arqueó completamente ante la repentina aparición de una especie de serpiente ante mí., a la cual no esperaba y menos de forma tan contundente. Abrió las fauces, separó su boca en cuatro partes y sin pensarlo me deslicé a su interior.
Una vez dentro, dándome cuenta de lo que se me venía, con tantísima fuerza, descarté la toma de refuerzo. Agárrate fuerte que vienen curvas, me dije. Así la medicina me propuso subirme a una atracción de feria, de las que te hacen un recorrido por túneles en un circuito. Sabía que si subía, estaba en sus manos y me tocaría hacer todo el recorrido. Así que acepté. Entré en una serie de sensaciones emocionales que se resolvían en la forma más física y real. Como ejemplos: tenía calor y me empezaba a arder la cara. En ese momento Ana me soplaba en la cara. Tenía sensaciones de miedo y aparece Hendara, mi cuidadora, al lado y la veo cerca mirándome y me calma. Pienso en mi relación materna y cómo sentía de pequeño su amor y Ana me da un beso en la frente… Empiezo a entender el mecanismo del universo de que todo ocurre, sin más, cuando todo fluye y ocurre sólo lo que debe ocurrir. Así pues, tomo consciencia del pasado inmediato y sintiendo todo este proceso, comprendo que eso era lo único que podía haber ocurrido. Sin más. Así pasaron una serie de revelaciones todas seguidas, una tras otra hasta que se centró la experiencia en la relación con mi madre. Me convertí en ese niño que un día dejó de serlo sin quererlo y me sentía de nuevo un niño. Tras esto, sobrevino el perdón: la comprensión más absoluta de la relación con mi madre y el bloqueo que en su día se produjo. Con una paz absoluta, al fin sentí el Amor incondicional, el que la noche anterior no me atreví ni a mirar. Esta noche lo estaba sintiendo. Entender al alma de mi madre, con sus problemas, con sus dificultades. Ver como me había querido y me quiere y sentir el perdón, la reconciliación conmigo mismo, con el universo y con el pasado. Todo lo ocurrido había ocurrido para esto. El salto cuántico estaba sucediendo. Nos han dicho siempre que hay que luchar por las cosas y sin embargo cuando hay lucha, hay miedo y cuando hay miedo hay parálisis. La solución es la rendición. No hay que hacer nada, solo dejarlo fluir.
Así las ensoñaciones se marcharon, y con un Darwin (dándolo todo), mientras mis compañeros estaban en algo más parecido a un concierto que una toma, disfrutando de la música, de la energía y de la potencia de esta experiencia, ya cuando parecía que todo estaba tranquilo en mi… me puse a llorar como un niño, entendiendo que el perdón era real, que sentía a mi madre, que la quería, sentía un amor profundo como hacía muchos años que no sentía. Fue algo que me meció en una tranquilidad absoluta, como cuando de niño me mecía en sus brazos sobre su pecho y me cantaba una nana. Así me quedé hasta el día siguiente.
En la integración pude expresar mi gratitud y mis nuevas sensaciones. Una de mis conclusiones fue: Ya no necesito cuidar a nadie, os jodéis. Así lo sentía. Mi necesidad de ayudar se había esfumado, simplemente ya no tenía que seguir con ese papel impuesto por un trauma infantil y la máscara enfermiza de cuidador empedernido. Ahora me tocaba cuidar de mi. Tenía una sensación de confianza, con un ardor en el pecho que me inundaba, saliéndose de mi cuerpo, los abrazos con los compañeros de retiro estaban vivos por sí mismos. Las terapias de grupo durante la integración, reforzaron más estas emociones nuevas en mi.
Séptimo Acto.
Llegaba el último día y en el estado en el que me encontraba, todo lo asimilado y comprendido, tenía cierta sensación de que ya podría quedarse así, ya me estaba bien. Sin embargo quedaba una noche interesante donde quién sabía qué más podría ocurrir. No esperaba nada más, no sabía qué más podría descubrirme. Me parecía imposible poder a algún avance más en mi evolución.
La noche empezaba removida y no me apetecía que se torciera mi estado evolutivo. Un compañero estaba totalmente asustado, una de mis cuidadoras de referencia estaba en un estado de nervios sobrecogedor, Ana había decidido quedarse en la otra sala y otra chica estaba llorando previo a la toma: Había una energía extraña. Aun así, empecé con la primera toma, con pequeñas sensaciones que se fueron alargando en el tiempo hasta la segunda toma. Donde sentí que ese calor en el pecho, seguía ahí y me daba la confianza de haber conseguido una estabilidad sobre la que podría construir a partir de ahora.
La pinta comenzó, con mis manos al aire, sintiendo una energía superior en mi cuerpo, por primera vez se presentaba con mis ojos abiertos. No necesitaba de una ensoñación para sentir mi propio poder. De nuevo se presentaba mi familia, mi madre, ahora desde el perdón, la sentía como una persona que también quiere ser feliz. Que ha sacrificado su felicidad para y por nosotros. Y en estos momentos, aun sin que sea mi responsabilidad, pude saber que podía ayudar a mi familia a conseguir ser felices. Ahora se como hacerlo, con pequeños gestos cotidianos, con pequeños cambios en nuestra relación se que todo puede mejorar y poder vivir en y desde el amor. Entendí a mi hermano pequeño, viéndole desde que era un bebé y yo tenía consciencia de su situación. Me vi cambiandole los pañales, cuidandole, queriendole. Vi a mi padre, como cada vez más mayor y cascarrabias, siempre ha tenido un buen consejo o un apoyo en los peores momentos. Mi hermana, sus hijos, mis sobrinos, estaba sintiendo al fin una unión familiar que jamás había sentido. Y no puedo despreciar mi don, mi poder de ayudar ¿por qué negarlo? Sólo que ahora, desde esta nueva perspectiva CONSCIENTE toda relación para con los demás tomará otro sentido y mis formas de ayudar, no serán ya una necesidad.
Con los ojos abiertos de par en par, tocando las puertas del cielo en una visión espectacular, tanto Eva (mi pareja) como yo nos convertimos en pájaros. Reina Flamenca tenía que volar sola y yo, como un Cóndor le decía adiós mientras unas lágrimas de plenitud fraternal rodaban por mis mejillas: Tenemos que volar solos para seguir creciendo, y no por ello significa que no tenga amor. De hecho, poco después de saber esto, todo mi ser se convirtió en Amor Eterno (como le bauticé). Un amor incondicional en el cual ME CONVERTÍ. Ya no lo veía, ya no lo sentía, sino que YO era AMOR. Y esa sensación de absoluta plenitud inundó mi pecho, y me ensanchó el alma hasta niveles indescriptibles.
Ese era mi estado, mientras Darwin y el grupo seguía disfrutando de la noche, las horas pasaban y todo se iba calmando. Me surgió una curiosidad que me gustaría resaltar. Ya acabando las horas de toma, un ardor insoportable, casi vomitivo, acudía a mi garganta. Traducido como una lengua negra que quería salir, la Ayahuasca invitándome al vómito me repetía a mí mismo: “Uffff, vomitaría pero no puedo”. A lo que la planta sagrada me decía: - “Pues si no puedes, no te quejes.” Así me reveló esta sencilla enseñanza: Hazlo, o no lo hagas, pero no te quejes. E inmediatamente de descubrir esto, el ardor desapareció como un caracol metiendo la cabeza en su cocha espiral.
Volví a ser el niño pequeño mecido en la cuna, que necesitaba un abrazo y lo encontré en mismo. Mi yo adulto abrazó a mi yo infantil, dándole el cobijo necesario para calmarse. Esto provocó en mí una calma de niveles incomprensibles.
Así pasó el resto de la noche, y así me desperté. Así seguí durante la integración de la experiencia, y así lo hice saber al grupo. La integración, volvió a ser espectacular. Las enseñanzas de Alberto y Laura y la disposición del grupo a desnudarse ante todos nosotros hizo de esto una maravillosa experiencia.
Acabó el retiro lleno de los abrazos y experiencias de los demás y propias. Lleno de nuevos conocimientos, perdones y emociones. Lleno de AMOR y lleno de mi. Lleno, sin más, de confianza absoluta a lo que ha sido, es y será.
Y así, desde esta absoluta confianza en que todo será como deba ser estoy planteando mi vida. Y en estos días ya pasados desde el último retiro… todo está caminando solo y sin esfuerzos hacia el AMOR.
Eternamente agradecido.
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